martes, 30 de septiembre de 2025

DOCTOR MÁXIMO



 “Cumplo con mi deber, obedeciendo los preceptos de Cristo, que dice: ‘Estudiad las Escrituras’, y también: ‘Buscad, y encontraréis’, para que no tenga que decirme, como a los judíos: ‘Estáis muy equivocados, porque no comprendéis las Escrituras ni el poder de Dios’. Pues, si, como dice el apóstol Pablo, ‘Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios’, y el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría, de ahí se sigue que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo. Por esto, quiero imitar al padre de familia que del arca va sacando lo nuevo y lo antiguo, y a la esposa que dice en el Cantar de los Cantares: ‘He guardado para ti, mi amado, lo nuevo y lo antiguo’” (San Jerónimo, Prólogo al comentario sobre el libro del profeta Isaías, 1,2).


San Jerónimo (340-420), el llamado “doctor máximo de las Sagradas Escrituras”, nos enseña que la Palabra de Dios es el camino más seguro para llegar a Cristo. Descubrí sus escritos con mucho provecho a lo largo de un año en que habité un monasterio de monjes Jerónimos. En uno de estos escritos confiesa: “Obedezco los preceptos de Cristo, que dice: ‘Estudiad las Escrituras’ y también: ‘Buscad, y encontraréis’”. La Biblia no es un libro más, sino la voz del Señor que resuena en la historia y en nuestro propio corazón. Abrirla con fe es entrar en diálogo con Cristo vivo, que se revela como poder y sabiduría de Dios, y que quiere conducirnos por medio de su Palabra al misterio de la salvación.


En la Escritura descubrimos el rostro del Señor. Jerónimo lo proclama con ardor: “El que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría, de ahí se sigue que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo”. Cada página santa es un lugar de encuentro con Él, cada versículo es un destello de su luz. El cristiano que descuida la Palabra de Dios se aleja de Cristo mismo, porque es en la Escritura donde palpita su Corazón. Los profetas, los salmos, el Evangelio entero son ecos de su voz, lámpara para nuestros pasos y fuerza en nuestras debilidades.


La imagen del padre de familia, y de la amada del Cantar de los Cantares, nos recuerdan la riqueza inagotable de la Biblia: “He guardado para ti, mi amado, lo nuevo y lo antiguo”. Lo antiguo y lo nuevo se abrazan en Cristo, plenitud de la Ley y de los Profetas, cumplimiento de todas las promesas de Dios. La Palabra es luz que guía, fuerza que sostiene, herencia que recibimos y don que ofrecemos. Cuando dejamos que habite en nosotros, la Escritura se convierte en fuente de sabiduría y de amor, y Cristo mismo se instala en nuestro interior como huésped y Señor.


Señor Jesús, Palabra viva del Padre, enciende en nosotros hambre y sed de las Escrituras. Haz que las leamos con fe, que las meditemos con amor y que las guardemos en lo más profundo de nuestro corazón. Que nunca las descuidemos, para que conociéndolas podamos conocerte, amarte y seguirte con fidelidad. Haznos testigos de tu Evangelio, y que nuestra vida sea transparencia de tu luz y de tu sabiduría. Amén.

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