sábado, 20 de septiembre de 2025

LA FUERZA PARA LLEGAR


    “Delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, que proclamó tan noble profesión de fe ante Poncio Pilato, te ordeno que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que, en el tiempo apropiado, mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único que posee la inmortalidad, que habita una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver” (1 Tim. 6, 13-16).


    San Pablo le recuerda a Timoteo el testimonio de Jesús ante Pilato. El Señor no se defendió a sí mismo, sino que confesó la verdad de Dios como único Señor y fuente de toda vida. Ese testimonio lo selló luego con su muerte en la cruz. Por eso, la exhortación a Timoteo tiene la máxima seriedad: se trata de guardar el mandamiento del Evangelio con fidelidad y sin reproche, a la espera de la manifestación gloriosa del Señor.


    El joven Timoteo, al que Pablo llama “su hijo”, había sido recogido y educado por él, y lo acompañó en viajes y misiones. A ese muchacho convertido en colaborador, el apóstol no solo le anima, sino que le ordena con toda seriedad que persevere hasta el final. Porque lo difícil no es comenzar, sino terminar: emprender un camino puede ser fácil, concluirlo exige constancia; iniciar un proyecto entusiasma, pero llevarlo hasta la meta es lo arduo; empezar a escribir un libro es divertido, pero terminarlo puede ser estresante. Así también en la vida cristiana: lo decisivo es la perseverancia, mantenerse fieles hasta la parusía, la venida gloriosa del Señor.


    Y sin embargo, hasta la misma perseverancia es gracia. Nadie llega al final solo con sus propias fuerzas: se llega sostenido por Aquel que es el único inmortal, que habita en una luz inaccesible. De ahí brotará la humildad que debe adornar al creyente: de pedir la gracia de ser constantes, de guardar sin mancha el Evangelio recibido, de vivir con la mirada puesta en Cristo que volverá como Rey de reyes y Señor de los señores.


    Señor Jesús, Tú que diste buen testimonio ante Pilato y permaneciste fiel hasta la Cruz, concédenos la gracia de la perseverancia. Haz que sepamos guardar tu Evangelio sin mancha, vivirlo con alegría hasta el final de nuestra vida, y esperar con confianza el día en que te manifestarás en gloria. Amén.

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