domingo, 21 de septiembre de 2025

QUE TODOS SE SALVEN…


    “Esto es bueno y agradable a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Pues Dios es uno, y único también el mediador entre Dios y los hombres: el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos; este es un testimonio dado a su debido tiempo y para el que fui constituido heraldo y apóstol –digo la verdad, no miento–, maestro de las naciones en la fe y en la verdad. Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, alzando unas manos limpias, sin ira ni divisiones” (1 Tim. 2, 3-8).


    Continuamos este domingo teniendo una lectura de la primera carta de San Pablo a su hijo Timoteo. Y lo primero que resalta en este pasaje es la voluntad universal de salvación: Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. No se trata de una oferta limitada a unos pocos, sino de un designio abierto a toda la humanidad. Y el camino de esa salvación está claramente señalado: Jesucristo. Él mismo lo dijo en el Evangelio de san Juan: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie va al Padre sino por mí” (Jn. 14, 6). No hay otro mediador: solo Cristo, el Hijo hecho hombre, entregado en rescate por todos.


    San Pablo, consciente de este misterio, no se mira a sí mismo, sino al Señor a quien anuncia. Por eso reivindica su papel de apóstol y maestro de las naciones: no por importancia personal, sino porque le ha sido confiada la misión de proclamar la verdad. Él es heraldo de una salvación que no nace de él, sino de Cristo. En esa claridad Pablo encuentra su identidad: ser enviado a todos para predicar la fe y la verdad.


    De ahí que la exhortación final nos interpele también hoy: orar en todo lugar, alzando manos limpias, sin ira ni divisiones. La oración auténtica no se mide por la elocuencia, sino por la pureza del corazón y la reconciliación con los hermanos. Así la Iglesia prolonga el deseo de Dios: que todos sean salvados, que todos lleguen a la verdad en Cristo, único mediador.


    Señor Jesús, Tú que eres el único mediador entre Dios y los hombres, fortalece nuestra fe en ti, abre nuestro corazón al deseo de la unidad y enséñanos a orar con manos limpias, sin divisiones, para que nuestra vida sea testimonio de la salvación que Tú ofreces a todos. Amén.

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