lunes, 8 de septiembre de 2025

PRIMICIA DE LA GRACIA


    “Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los cuales ha llamado conforme a su designio. Porque a los que había conocido de antemano los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito entre muchos hermanos” (Rm. 8, 28-29).


    Hoy conmemoramos la Natividad de la Virgen María, una fiesta que celebra un acontecimiento que no es narrado en las páginas de la Escritura, pero que forma parte del designio eterno de Dios. Ella tuvo que nacer, porque en los planes de Dios estaba preparada desde siempre para ser la Madre de su Hijo. Lo que para los ojos humanos parecería el simple nacimiento de una niña en una aldea galilea a finales del siglo I antes de Cristo, para la fe es el inicio visible de un misterio insondable. En aquella niña que viene al mundo, Dios ya contempla a la mujer que dará carne a su Verbo eterno.


    La lectura de San Pablo ilumina el sentido profundo de esta fiesta. Todo lo que acontece en la historia está orientado a un fin: conseguir reproducir la imagen del Hijo Unigénito. María, desde su nacimiento, está toda destinada a este designio. Ella es la primera redimida, la elegida entre todos, el espejo purísimo en el que Cristo podrá reflejarse. Si todo coopera al bien de los que aman a Dios, cuánto más la vida de María, donde nada se perdió, donde todo fue conducido por la gracia hacia el sí pleno de la Encarnación.


    Así, el nacimiento de María es un anticipo de nuestro propio destino. También nosotros, aunque entre luchas, fragilidades y errores, hemos sido llamados a reproducir la imagen del Hijo. María nos muestra que este camino es posible, porque en Ella la gracia de Dios no encontró resistencia. Ella es primicia de la nueva creación, aurora de la redención, y por eso su nacimiento es motivo de gozo para toda la Iglesia.


    Jesús, primogénito entre muchos hermanos, Tú quisiste tener una Madre santa desde su concepción y su nacimiento. Concédenos, por la intercesión de la Virgen María, que toda nuestra vida se convierta en un sí que refleje tu imagen y atraiga a muchos hacia ti. Amén.

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