sábado, 4 de octubre de 2025

LA LUZ DEL CIEGO

    Hoy, a mi regreso de Italia, es la fiesta de san Francisco de Asís (1182-1226) y precisamente este otoño se cumplen 800 años de su Cántico de las Criaturas, considerado el primer poema escrito en lengua italiana. Francisco lo compuso en 1225, en San Damián, cuando estaba ya enfermo, casi ciego, desangrado por los estigmas y debilitado. Su espíritu, además, atravesaba una profunda turbación: despojado del gobierno de su orden, temía que ésta se encaminara por caminos que la alejaran del santo evangelio, y dudaba incluso si él había interpretado correctamente la voluntad del Señor al fundarla. Y, sin embargo, en medio de estas sombras interiores, nació uno de los himnos más luminosos de la espiritualidad cristiana.


    El Cántico recoge la alabanza que toda la creación eleva a Dios: el sol y la luna, el viento, el agua, el fuego y la tierra, todo canta la bondad del Creador. Más tarde Francisco añadió la estrofa sobre el perdón, para reconciliar al Obispo y al Podestá de Asís, y poco antes de morir, en 1226, la estrofa sobre la hermana muerte corporal.


    Ochocientos años después, sigue siendo un canto vivo, voz de la naturaleza reconciliada en Cristo y expresión humilde de un corazón que sabía ocupar el último lugar para dar gloria al Señor. Hoy merece la pena que nos tomemos el tiempo de rezar este Cántico con atención emocionada, y con una mirada contemplativa hacia Dios y hacia el mundo que Él ha creado:


“Altísimo y omnipotente buen Señor,

tuyas son las alabanzas,

la gloria y el honor y toda bendición.

A ti solo, Altísimo, te convienen

y ningún hombre es digno de nombrarte.

Alabado seas, mi Señor,

en todas tus criaturas,

especialmente en el Señor hermano sol,

por quien nos das el día y nos iluminas.

Y es bello y radiante con gran esplendor,

de ti, Altísimo, lleva significación.

Alabado seas, mi Señor,

por la hermana luna y las estrellas,

en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.

Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento

y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo,

por todos ellos a tus criaturas das sustento.

Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego,

por el cual iluminas la noche,

y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.

Alabado seas, mi Señor,

por la hermana nuestra madre tierra,

la cual nos sostiene y gobierna

y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.

Alabado seas, mi Señor,

por aquellos que perdonan por tu amor,

y sufren enfermedad y tribulación;

bienaventurados los que las sufran en paz,

porque de ti, Altísimo, coronados serán.

Alabado seas, mi Señor,

por nuestra hermana muerte corporal,

de la cual ningún hombre viviente puede escapar.

Ay de aquellos que mueran

en pecado mortal.

Bienaventurados a los que encontrará

en tu santísima voluntad

porque la muerte segunda no les hará mal.

Alabad y bendecid a mi Señor,

dadle gracias y servidle con gran humildad”.

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