“Jesús subió al monte a orar y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles (…). Después de bajar con ellos, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo” (Lc. 6,12-17).
Antes de elegir a los Doce, Jesús pasa la noche entera en oración. En la soledad del monte se encuentra con el Padre y, en esa comunión silenciosa, se dispone a escoger y a recibir a quienes serán sus compañeros y continuadores en la misión de anunciar el Evangelio. Ninguna misión puede nacer sin oración, porque en ella el alma sintoniza con la voluntad de Dios. Los apóstoles fueron escogidos después de haber sido pensados y amados por el Corazón de Cristo en diálogo con el Padre. Son aquellos que el Padre entrega a su Hijo como un regalo, como un don, aquellos de los que Él mismo dirá más tarde: “Padre, los que Tú me has dado” (Jn. 17,24). También nosotros formamos parte de ese don del Padre al Hijo, llamados a vivir en comunión con Él y a continuar su misión en el mundo.
El Evangelio de este día, fiesta de los apóstoles Simón el Zelotes y Judas Tadeo, nos invita a reflexionar sobre nuestro propio camino. Todos, de alguna manera, hemos sido llamados y enviados. Hay momentos de subida al monte —soledad, silencio, contemplación— y momentos de bajada a la llanura —encuentro, anuncio, servicio—. La vida del discípulo se teje en ese movimiento constante entre el recogimiento y la entrega, entre el silencio de la oración y el dinamismo de la misión. Este pueblo de Castrojeriz, con su paz y su belleza sencilla, simboliza esos lugares del camino donde el alma se detiene a orar, a fortalecerse, a tomar aliento para seguir anunciando el Evangelio en nuevos lugares.
Llega el momento de marchar. Dejo atrás nuevos amigos, rostros conocidos, personas que han escuchado la Palabra de Dios que he anunciado. Me voy enamorado de este lugar, al que deseo y espero volver en alguna otra ocasión. Pero, como los apóstoles que después de haber estado junto a Jesús fueron enviados, también yo debo seguir caminando. Hay muchos lugares que esperan la Palabra y corazones que necesitan ser tocados por el Evangelio.
Señor Jesús, que antes de enviar a los apóstoles pasaste la noche en oración: enséñanos a orar como Tú, para que todo lo que hagamos brote de la comunión contigo. Haz que nuestros pasos, cuando reemprendamos el camino, sean guiados por tu Espíritu y lleven tu paz a quienes encontremos. Así sea.
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario