jueves, 2 de octubre de 2025

GIGANTES DE LA SANTIDAD

      


    En la peregrinación que estos días acompaño por Italia, ayer tuve la suerte de celebrar la misa en Pietrelcina, el pueblo natal de San Pío. Era la fiesta de Santa Teresa del Niño Jesús, y en la homilía tuve que evocar a ambas grandes figuras, gigantes de la fe, modelos de santidad para nuestro tiempo. Dos vidas que, vistas desde fuera, no prometían demasiado. Una niña frágil, excesivamente sensible, que apenas frecuentó la escuela, y que creció en el ambiente burgués de una pequeña ciudad del norte de Francia. Un muchacho campesino del sur de Italia, con escasa instrucción, que solo pudo seguir su vocación religiosa gracias al sacrificio de su padre, emigrante en América. El mundo no esperaba gran cosa de ellos. Pero Dios sí.


   Ambos llevaron existencias sencillas, con una espiritualidad transparente y directa. Teresa con su “caminito” de abandono confiado en Jesús; el Padre Pío con las armas de un sacerdote fiel: la misa, la confesión asidua, el rezo del Rosario… En lo ordinario descubrieron la fuerza de lo eterno.


     Y los dos, en el umbral de la muerte, hicieron una promesa de amor desbordado. Teresa: “Después de mi muerte, haré caer una lluvia de rosas sobre la tierra”. El Padre Pío: “Quiero esperar a la puerta del cielo hasta que haya entrado el último de mis hijos espirituales”. Dos maneras distintas de decir lo mismo: no vivieron para sí, sino para que otros alcanzaran la salvación.


     Hoy, en la fiesta de los Santos Ángeles Custodios, entendemos mejor este misterio. Estos dos santos, como los ángeles, se convirtieron en mediadores de la misericordia de Dios, testigos de una gran verdad: que nadie camina solo, porque el cielo se inclina sobre cada uno de nosotros.


     Señor, haznos pequeños y confiados como Teresita del Niño Jesús, constantes y fieles como el Padre Pío. Enséñanos a creer que tu gracia obra en lo débil y que tu amor no nos abandona nunca. Concédenos escuchar la voz de nuestro ángel custodio y seguir su guía, para no apartarnos jamás del camino que conduce a ti. Amén.

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