Normalmente aquí comparto la Palabra de Dios, textos de los santos y anécdotas significativas. Hoy, después de un domingo vivido de manera especial, cambio un poco mi estilo habitual y dejo unas líneas personales: unos haikus (breves estrofas japonesas que en pocas palabras recogen una impresión de la naturaleza y de la vida) que escribí ayer, al día siguiente de mi cumpleaños, seguidos por un breve texto en que descubro algunas de sus claves. No buscan ser literatura, sino una forma sencilla de dar gracias a Dios por la vida y por sus recuerdos. Espero que os guste.
DECLINA EL SOL (haikus)
Declina el sol,
se despide el verano
con polvo de oro.
El canto oculto
de un pájaro lejano
marca el silencio.
Ancho acebuche,
salvaje y acogedor,
la casa guarda.
Tristeza suave…
pero la tarde arde
gozo secreto.
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He cumplido setenta años en el campo, en la finca que fue de mis abuelos, después de mis padres y que ahora pertenece a mi hermana. Es una gran casa rústica en mitad de un campo que en tiempos fue dehesa, custodiada por un más que centenario acebuche, que se levanta junto a la entrada. Nací un 24 de agosto y me llevaron allí con apenas una semana de vida. Bajo ese acebuche pasé los veranos de mi infancia y primera adolescencia. En la casa conservo la memoria de mis abuelos, de su vida sencilla, de su presencia todavía cercana. Mi abuela paterna murió allí, en la misma habitación donde más tarde yo dormía.
Volver ahora, en este final de agosto, ha sido como bucear en el ayer. El sol caía con luz dorada y la naturaleza brillaba con el último resplandor del verano. Fueron solo veinticuatro horas, pero bastaron para que me empapara de esa belleza callada y melancólica que lo inunda todo cuando el verano se va apagando.
“Declina el sol” en mi vida, porque esta entra en su tramo final. El verano que se despide son mis años pasados, con sus luces y sombras, pero fecundos, que dejan huella como “polvo de oro”. El canto lejano de un pájaro, que “marca el silencio”, es una llamada misteriosa que me recuerda cómo el ruidoso río de la vida discurre hacia un lago de silencio. El acebuche, “salvaje y acogedor”, guardián de la casa, es símbolo de permanencia frente al tiempo y a la fragilidad humana.
A los setenta años sé que encaro el último tramo de mi vida. La edad ya pesa como una certeza inevitable. Y, sin embargo, en medio de la “tristeza suave” por lo que se acaba, brota un “gozo secreto”: mi gratitud a Dios por lo vivido, la alegría escondida de saber que la vida ha tenido belleza y sentido. Ese “gozo secreto” del último verso es casi un autorretrato de mi alma en esta etapa: una llama que aún arde en el atardecer de la vida, entre el recuerdo y la esperanza.
Muchas gracias, por abrirnos su corazón a los que le leemos.
ResponderEliminarMuchas felicidades; deseamos que la nueva etapa sea gozosa .
¡Bendito sea Dios!
Gracias Maribel. Sí, siempre sea bendito. Yo también te deseo abundancia de gozo en tu vida.Un abrazo y mi bendición,
EliminarSon 7 décadas que se han vivido de cara a las enseñanzas del Evangelio, enseñanzas que se nos han transmitido con mucha benevolencia para aprender a vivir desde la fe. Muchas gracias padre Manuel por su entrega generosa al servicio del Reino. DIOS bendiga su existir. Quien a DIOS tiene, nada le falta. ¡¡¡SOLO DIOS BASTA!!!
ResponderEliminarMuchas felicidades.
Han sido siete décadas de un peregrinar bajo la sombra del Padre, le agradecemos a DIOS por su inestimable trayectoria de enseñanzas a quienes tenemos hambre de la Palabra de DIOS.
ResponderEliminarQuien a DIOS tiene, nada le falta SOLO DIOS BASTA!!! Muchas felicidades, Nuestro SEÑOR le continúe bendiciendo.
¡Siempre sea bendito! Muchas gracias por tus palabras.
ResponderEliminarPreciosos versos, y muchas felicidades Padre. Le guarde Dios muchos años más, ojalá verle por Granada algún día. un abrazo.
ResponderEliminarEstos dos últimos años he ido varias veces a Granada para dirigir retiros espirituales a seglares en el Monasterio de las Salesas (Cerrillo de Maracena). También varias veces a impartir Ejercicios a las monjas capuchinas de Chauchina. Siempre voy con gusto porque en Granada Dios me hizo el grandísimo regalo de ser ordenado sacerdote. Muchas gracias y mi bendición,
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