“Acerca del amor fraterno, no hace falta que os escriba, porque Dios mismo os ha enseñado a amaros los unos a los otros; y así lo hacéis con todos los hermanos de Macedonia. Sin embargo os exhortamos, hermanos, a seguir progresando: esforzaos por vivir con tranquilidad, ocupándoos de vuestros asuntos y trabajando con vuestras propias manos, como os lo tenemos mandado” (1 Tes. 4, 9-11).
El apóstol Pablo reconoce en los tesalonicenses un don recibido: el amor fraterno. No es un amor nacido de la carne ni de los afectos puramente humanos, sino una enseñanza interior de Dios mismo, escrita en sus corazones. Ellos han aprendido de Dios a amarse, y ese aprendizaje se hace visible en el trato concreto con sus hermanos, en la acogida sincera, en la ayuda mutua, en el perdón y en la generosidad. Pero el apóstol no se conforma con lo alcanzado; los exhorta a progresar siempre más, porque el amor no tiene medida y no admite estancamiento. El verdadero amor nunca se da por concluido, sino que crece, se renueva, se purifica cada día. Amar mejor es ya amar más; y esforzarse, al menos, por amar mejor, es ya comenzar a crecer en el amor.
San Pablo añade también una indicación práctica que sorprende: vivir con tranquilidad, ocuparse de los propios asuntos, trabajar con las propias manos. No está contraponiendo esto al amor fraterno, sino mostrando cómo se sostiene y se hace fecundo. El amor fraterno no es un sentimentalismo, ni un buenismo, ni una agitación desordenada. El amor verdadero se alimenta de una vida sencilla y fiel, en la que cada uno asume su responsabilidad y cumple con sus deberes. En esa vida ordenada, serena, laboriosa, el amor se mantiene puro y creíble, porque se arraiga en gestos concretos, en la disponibilidad para servir, en la paciencia que sabe esperar, en la constancia que no busca brillar sino construir. El amor de Dios en nosotros se hace visible no solo en palabras, sino en la forma de vivir cada día.
Jesús, enséñame a crecer en el amor fraterno. Haz que no me conforme nunca con lo ya alcanzado, sino que me esfuerce siempre en amar mejor, porque así aprenderé a amar más. Que mi vida sencilla y mi trabajo cotidiano sean terreno donde se enraíce y crezca el amor que Tú mismo has sembrado en mi corazón. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario