“Se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: ‘¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?’ Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: ‘En verdad os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí’” (Mt. 18,1-5).
En el evangelio de hoy el Señor nos muestra el camino de la verdadera grandeza: hacerse pequeño. Los discípulos buscaban saber quién sería el más importante en el Reino, quién ocuparía los puestos más altos, pero Jesús les muestra un niño: no por su edad, sino por la disposición interior que Él quiere que tengamos sus discípulos. Nos está indicando el camino correcto de la humildad, de la sencillez, de la confianza plena en Dios. No se trata de exaltar el infantilismo, sino que se habla de una madurez espiritual que ha dejado atrás la autoafirmación, para depender enteramente del amor del Padre.
Santa Teresa del Niño Jesús descubrió este secreto y lo llamó su “caminito”. Ella afirmaba que era incapaz de subir por la empinada escalera de la perfección, pero que estaba dispuesta a dejarse llevar en los brazos de Jesús como un niño en brazos de su madre. La infancia espiritual es vivir reconociendo que todo lo recibimos de Dios, que no hay méritos propios que nos encumbren ante Él y nos pongan por encima de los demás, y que nuestra fuerza está en abandonarnos sin miedo a su misericordia.
Hacerse pequeño es, también, acoger a los pequeños: a los que no cuentan, a los olvidados, a los frágiles. En ellos nos espera el Señor para ser amado y servido. Si queremos entrar en su Reino, no será por la acumulación de obras o por el brillo de nuestros logros, sino por la medida de nuestro amor humilde y confiado, el amor que se sabe pobre y se deja sostener por Él.
Oh buen Jesús, enséñame a recorrer el camino de la infancia espiritual, a vivir pequeño, confiado y alegre en tus brazos, para entrar así en tu Reino y acogerte en cada uno de los pequeños que pones en la senda de mi vida. Así sea.
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