miércoles, 20 de agosto de 2025

DOCTOR MELIFLUO


    “El nombre de Jesús es luz, es alimento, es medicina. ¿Acaso no ves que se difunde por toda la tierra? Apenas se lo anuncia y al instante ilumina, apenas se lo proclama y enciende, apenas se lo piensa y conforta, apenas se lo invoca y suaviza.

    Si alguno de vosotros se siente turbado y afligido, que este nombre le venga al corazón y de allí salga a los labios, y se disipará toda nube y volverá la serenidad.

    Si alguien cae en la desesperación y en el peligro de la ruina, que invoque este nombre de vida, y se verá al instante recobrar el ánimo y revivir.

    Este nombre es la luz cuando se predica, el alimento cuando se medita, la medicina cuando se invoca” (San Bernardo, Homilía 15 sobre el Cantar de los cantares).


    Hoy es la fiesta de San Bernardo de Claraval, doctor de la Iglesia, gran maestro de espiritualidad, profundamente enamorado del Verbo de Dios encarnado. Su vida y su palabra transmiten fuego, un fuego inextinguible porque nace del amor de Dios. Su predicación y sus escritos están impregnados de fervor místico, de dulzura y a la vez de fuerza, porque conocía de verdad el secreto del Nombre de Jesús.


    San Bernardo nos recuerda que el Nombre de Jesús no es una palabra más, sino una presencia viva que disipa la oscuridad, consuela en la tribulación, enciende la fe, sostiene en la tentación, da ánimo en la desesperanza y devuelve la paz al corazón. Basta pronunciar ese Nombre con fe para que algo cambie dentro de nosotros: la luz irrumpe, la esperanza renace, el alma se serena.


    Ese Nombre santo es compañía constante en el camino, refugio en la prueba, alegría en medio de la vida. Quien lo guarda en los labios y en el corazón, nunca está solo, porque Jesús mismo se hace presente en quien lo invoca. Así lo experimentó San Bernardo, y así nos invita a vivir también nosotros: apoyados en la dulzura, en la fuerza y en la gracia contenida en el Nombre que está sobre todo nombre.


    Amado Jesús, Nombre santo que enciende el corazón y disipa toda tiniebla, quédate en mis labios y en mi memoria, pero sobre todo habita en lo más hondo de mi corazón. Sé mi luz en las pruebas, mi paz en la tormenta, mi esperanza cuando todo parece derrumbarse. Que no me canse nunca de pronunciar tu Nombre, porque en él está la fuerza, el consuelo y la alegría de mi vida. Amén. 

1 comentario:

  1. Muchísimas gracias por acercarnos a Nuestro MAESTRO desde la doctrina de San Bernardo, cada Santo, Santa, tiene lo propio, muy importante que haya pastores que nos den a conocer la espiritualidad de los Santos. ¡¡¡DIOS LE CONTINÚE DERRAMANDO SU GRACIA, PADRE ORTA!!!

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