sábado, 19 de julio de 2025

UN PODER QUE NO QUEBRANTA


    “Al salir de la sinagoga, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús. Pero Jesús se enteró, se marchó de allí y muchos lo siguieron. Él los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran. Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Isaías: ‘Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, en quien me complazco’” (Mt. 12,14-18).


    La marcha de Jesús ante el complot iniciado por los fariseos no es un abandono cobarde, sino un modo de permanecer fiel a su misión. No se deja atrapar por un conflicto que Él no ha iniciado. Prefiere continuar obrando el bien en silencio y llevando a cabo la tarea encomendada por el Padre, antes que entregarse a una confrontación estéril. Mientras se aleja de la sinagoga, muchos lo siguen, y Él los cura a todos. No busca protagonismo, sino fidelidad.


    En el Evangelio de hoy San Mateo presenta a Jesús como el Siervo de Yavé anunciado por Isaías: “mi elegido, mi amado, en quien me complazco”. Esta declaración enlaza directamente con la voz que resonó en el bautismo en el Jordán: “este es mi Hijo amado”; es allí donde se reveló la identidad profunda de Jesús.

    Su estilo no es el del poder humano: “no porfiará, no gritará, nadie escuchará su voz por las calles”. La salvación viene por la mansedumbre, no por la imposición. Jesús no utiliza un poder del que podría disponer, sino que quiere tocar el corazón con su presencia, sus palabras y su compasión.


        Las imágenes de la “caña cascada” y la “mecha vacilante” resumen el modo en que Jesús actúa. No descarta a nadie. No usa la violencia con quienes apenas pueden nada. Al contrario: sostiene la fragilidad, alimenta lo débil, espera con paciencia. Su justicia no es vengativa ni dura, sino misericordiosa. Él no quebranta: fortalece. No extingue: reaviva.


    Jesús, Siervo humilde y amado del Padre, enséñame a vivir como Tú, sin buscar protagonismo, sin imponerme, sin gritar. Hazme fiel a mi misión, incluso cuando parezca que huyo porque he de alejarme. Que no me atrape la lógica del conflicto ni el deseo de tener razón, sino el amor silencioso que sana y sostiene. Fortalece en mí lo débil, reaviva lo que vacila, y haz que en tu Nombre encuentre descanso y paz. Amén.

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