“Jesús llegó a casa de aquel jefe y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: ‘¡Retiraos! La niña no está muerta, está dormida’. Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano y ella se levantó. La noticia se divulgó por toda aquella comarca” (Mt. 9,23-26).
Hay una ternura extraordinaria y subyugante en el gesto y las palabras de Jesús. No necesita pronunciar discursos solemnes, ni dar ningún tipo de explicaciones, ni realizar gestos grandiosos. Basta su presencia humilde y llena de misericordia y bondad. Inmediatamente toma la iniciativa al entrar en aquella casa donde reina la muerte y el desconsuelo. Los flautistas del duelo, el alboroto del llanto de las plañideras, el paradójico ruido de una muerte muy dolorosa por demasiado temprana… Jesús no soporta ese ruido; no lo necesita. Él Señor viene con la paz y con el poder silencioso de la Vida. Por eso dice con rotunda autoridad: “La niña no está muerta, está dormida”.
Todos se ríen de esta afirmación. Y no nos extraña porque también hoy el mundo se ríe de la esperanza cristiana, la cual les parece ingenua, infantil, sin más fundamento que la sola Palabra de Aquel que, para colmo, murió en la Cruz.
Pero Jesús no responde a las burlas, ni discute con los incrédulos. Echa a todos, se queda solo con los que creen y aman, entra en la habitación y toma a la niña de la mano. El contacto de la mano de Jesús lo cambia todo. Allí donde nadie parecía poder acercarse, donde reinaba la muerte, Él se hace presente. Y al tocarla, la niña volvió a la vida. Porque Él es la Vida, y donde está Él, la muerte no puede permanecer.
Y entonces se cumple lo que dice el salmo: “El que habita en el cielo sonríe, el Señor se burla de ellos” (Sal. 2,4).
Jesús mío, aunque el mundo ría en su incredulidad, no me dejes fuera de esa habitación en que están quienes en ti creen, ponen toda su esperanza y te aman. Entra en las estancias donde yo en ocasiones me siento como muerto por dentro, tómame también de la mano, y levántame con tu Palabra poderosa. Amén.
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