lunes, 28 de julio de 2025

DAR DE COMER AL HAMBRIENTO (I)

 



    “‘El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta’. Jesús dijo todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les hablaba nada, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta: ‘Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo’” (Mt. 13, 33-35).


    Emprendemos esta semana la tarea de poner en relación el Evangelio del día con cada una de las siete obras de misericordia corporales.

    La levadura parece muy poca cosa. No tiene una forma atractiva, ni color, ni olor ni mucho menos sabor atrayentes. Pero al ser introducida en la harina, sin ruido, sin llamar la atención, sin imponerse, transforma silenciosamente toda la masa. Y así es también el Reino que Dios siembra en el mundo, así es su modo de actuar: no desde fuera, sino desde dentro. No por imposición, sino por comunión. No para conquistar, sino para alimentar.


    El Evangelio de hoy nos ayuda a contemplar, en clave de “dar de comer al hambriento”, esta levadura escondida que da su fuerza a la masa entera. El pan que comemos, alimento diario del cuerpo, no nace sin el trabajo escondido de muchos: quien siembra, quien siega, quien trilla, quien muele, quien amasa, quien hornea… Y la levadura misma, que nadie ve, es la imagen de lo pequeño y escondido que lo transforma todo.


    La misericordia se parece a la levadura. Cuando damos de comer al hambriento no sólo compartimos pan, sino que compartimos Reino. Hacemos presente, con un gesto humilde, la fuerza escondida del amor de Dios. Alimentar a otro no es solo cubrir una necesidad física: es reconocerlo como hermano, dignificarlo, decirle con un trozo de pan: “tú me importas, tú existes para mí, al igual que existes y cuentas para Dios”. Y ese gesto sencillo fermenta la masa del mundo, y nos permite seguir alentando la esperanza que da sentido a nuestras vidas.


    Señor Jesús, Pan vivo bajado del cielo, Tú eres la levadura escondida del Reino. Ayúdanos a no descuidar los gestos humildes de amor al prójimo, porque en ellos Tú te haces presente y manifiestas la transformación que aguarda al mundo. Que sepamos alimentar, no solo los cuerpos de los hambrientos, sino también sus corazones heridos. Amén.

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