lunes, 8 de diciembre de 2025

MARÍA Y FRANCISCO

 


          

    Hoy celebramos la solemnidad de la Inmaculada Concepción, una de las grandes fiestas marianas de la Iglesia. En María, preservada del pecado original desde el primer instante de su concepción, contemplamos la pureza luminosa con la que Dios preparó a la Madre de su Hijo y el inicio de una nueva creación donde la gracia es más fuerte que toda oscuridad. La Inmaculada es aurora de salvación y refugio seguro para la humanidad herida.


    Aquí en Fátima, esta fiesta resplandece de un modo especial. Ayer recorrimos los lugares donde vivieron los santos Francisco y Jacinta Marto, y recordé recordé de manera particular la relación singular que Francisco tenía con la Virgen. Los textos lo muestran claramente: veía en Ella una belleza “más brillante que el sol”, una luz que descendía del Cielo y los envolvió al abrir las manos en la aparición de junio. Esa luz —percibió él— era Dios, y María la comunicaba con ternura de Madre.


    Pero lo que define su espiritualidad es algo todavía más profundo: Francisco quería consolar a la Virgen tanto como a Jesús. Había sentido su tristeza al hablar de los pecados que hieren a Dios y al Corazón Inmaculado de María, y desde entonces su oración tomó un tono de delicadeza reparadora. Repetía: “Ellos (Jesús y Maria) están tristes… si pudiéramos consolarlos, ya seríamos felices”. Su vida breve se volvió una respuesta silenciosa a esa pena de la Madre, ofreciendo sus sufrimientos por Jesús y por Ella.


    En este día grande de la Inmaculada, Francisco Marto nos enseña que la devoción verdadera nace de un corazón sencillo que ama, comprende y acompaña. Su mirada infantil y contemplativa nos invita a dejarnos atraer por la dulzura del Corazón Inmaculado, y a vivir como él: sensibles a la tristeza de Dios y disponibles para consolarla con amor.


    Santa Virgen Inmaculada, Madre luminosa, danos un corazón semejante al de Francisco Marto: tierno, limpio y deseoso de consolar a tu Corazón. Condúcenos a Jesús, fuente de toda luz y de toda paz. Amén.    

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