domingo, 28 de diciembre de 2025

EN TORNO AL LAGO

 Si no contamos el día del viaje, hoy es el segundo día de nuestra peregrinación, un día que nos ha llevado al lago de Genesaret y a sus contornos. Hoy, Domingo de la Sagrada Familia y día de los Santos Inocentes, celebramos la Misa en el Monte de las Bienaventuranzas. Allí nos fijamos en María: como madre, fue el eje silencioso y fecundo de aquella familia, y pudo inculcar en su Hijo Jesús -a quien educó- el espíritu de las Bienaventuranzas que Él proclamaría un día desde este mismo lugar. La primera y la última bienaventuranza, la de los pobres de espíritu y la de los perseguidos por causa de la fe, son las dos cuya promesa está expresada en presente: de ellos es el Reino de los Cielos. Y es que el Reino acontece ya donde hay disponibilidad humilde (virtud de la familia) y fidelidad perseverante (la de los mártires).


La visita al lugar de la confesión de Pedro nos hizo recordar cómo el apóstol nadó con vigor al encuentro del Señor en la orilla, mientras los demás venían más despacio en la barca, arrastrando las redes con la pesca de los ciento cincuenta y tres peces grandes. Allí se conserva, dentro de una capilla oscura hecha con piedras basálticas de origen volcánico, la llamada Mensa Christi: las rocas donde la tradición sitúa al Señor disponiendo la comida, panes y peces sobre brasas, e invitando a los suyos a comer. El paseo en barca por el lago nos ayudó a comprender que discípulo no es quien entiende mejor, ni el más audaz o virtuoso, sino quien se decide a embarcarse con Jesús y a dejar en sus manos el timón de la propia vida con todo lo que eso representa: aceptar la indeterminación de la meta, el esfuerzo perseverante, el remar o ajustar las velas para dejarnos conducir adonde Él nos lleve…


En Cafarnaúm y en Magdala continuamos el camino, recordando a aquellos discípulos fieles que fueron Simón Pedro y María Magdalena. Terminamos esta etapa de nuevo en Nazaret. Allí estuvimos en la iglesia ortodoxa de rito bizantino, en la que se encuentra la llamada Fuente de la Virgen, el manantial que abastecía de agua a los habitantes del pueblo, y adonde con toda probabilidad María -y también Jesús, niño o adolescente- acudía para llevar agua a su casa. Todo esto lo hemos vivido cansados, pero contentos por los dones y las gracias que el Señor nos va concediendo. Con razón el poeta escribió que no hay camino, sino que se hace camino al andar. Así también, en el transcurso de la vida, vamos discerniendo y haciendo camino con Jesús en la misma medida en que nos decidimos a avanzar, sin detenernos por comodidad o por miedo. Porque ese es el espíritu del peregrino.


Señor Jesús, enséñanos a subir contigo al monte y a bajar contigo a la orilla, a dejarnos educar en el espíritu de las Bienaventuranzas

y a confiarte el timón de nuestra vida.

Que no nos paralicen ni el cansancio ni el miedo, y que sepamos hacer camino contigo, día tras día, hasta llegar adonde Tú nos lleves. Amén.

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