“No se turbe vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque voy a prepararos un lugar. Cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros” (Jn. 14,1-3).
Hoy, día en que conmemoramos a Todos los fieles difuntos, he celebrado la Misa aquí, en el campo, por mis seres queridos: por mis padres, por mis abuelos. Este lugar está lleno de su recuerdo. Mi abuelo vivió en él mucho tiempo, y aquí pasó días muy felices al igual que mis padres; mi abuela murió en esta misma casa. He querido ofrecer la Eucaristía por ellos, con gratitud y esperanza, confiando en la misericordia de Dios y en la fuerza de la comunión de los santos que no se rompe con la muerte.
Celebrar la Santa Misa por quienes amamos y han partido es unir la tierra con el cielo. Es confesar, con el lenguaje de un amor que no muere, que seguimos unidos en Cristo. Al ofrecer el Pan y el Vino se abre un resquicio de eternidad: el altar se convierte en el umbral de la casa del Padre. Y mientras oramos por ellos, ellos oran por nosotros. En el sacrificio de Cristo, los vivos y los difuntos tomamos conciencia de que en Él formamos un solo Cuerpo. Allí donde se celebra la misa, la distancia se acorta, y el corazón se llena de paz.
El Evangelio de hoy nos invita a no turbarnos. Jesús ha ido delante de nosotros para prepararnos un lugar. En esa casa del Padre, tan real como el cielo que nos cubre, hay sitio para todos los que Él ha redimido. Nuestros seres queridos no se han perdido; nuestras oraciones no han sido en vano: viven ya en Él, y nos esperan. También nosotros caminamos hacia esa misma meta, sostenidos por la fe y el consuelo de su Palabra.
Señor Jesús, Tú que has vencido la muerte: acoge en tu casa a quienes amamos y han partido. Haznos vivir con la certeza de que la muerte no es el final, sino el paso que nos lleva a ti. Que tu promesa sea nuestra esperanza, hasta que nos reúnas contigo para siempre. Amén.
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