domingo, 23 de noviembre de 2025

QUAS PRIMAS


    “No es Cristo solamente Rey por derecho de naturaleza como Hijo de Dios, sino también por derecho de conquista: porque Él nos arrancó del dominio del pecado y nos incorporó a su Reino. (…) Su imperio abarca a todos los hombres” (Quas primas, n. 7).


    Hoy, en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, recordamos el centenario de la encíclica Quas primas, publicada por S. S. Pío XI en 1925. En ella quiso recordar a la Iglesia algo que el mundo moderno estaba olvidando: que el reinado de Cristo no es una simple metáfora espiritual, ni un puro sentimiento piadoso, sino una verdad sólida que alcanza todas las dimensiones de la existencia humana. Cristo reina, sí, en el corazón de cada creyente, como hoy se suele predicar; pero no olvidemos que su señorío no se limita al ámbito privado. Él, que es el Verbo de Dios encarnado, es también el creador de todas las cosas y la fuente de toda autoridad. Por eso su Reino no alcanza solamente a las personas, sino también a los pueblos, a la vida privada y a la vida pública. Reducir su reinado al mundo interior de la conciencia personal, es mutilar gravemente el significado de la fiesta.


    Pío XI denuncia con fuerza el error moderno que pretende organizar la sociedad “como si Dios no existiera”, expulsando a Cristo del espacio público, de las leyes y de la vida cultural. La encíclica advierte que ese laicismo agresivo (¡al que hoy algunos califican de “sano”!), acaba destruyendo la paz social, porque donde Cristo no reina, no hay verdadera justicia, ni respeto profundo por la dignidad humana. Cuando su señorío es reconocido, en cambio, se reprimen las pasiones pecaminosas, la convivencia se hace más humana, la familia se fortalece, las estructuras se purifican y la economía se orienta al bien común. Por eso, el reinado interior y el reinado social se reclaman mutuamente: la conversión personal da fundamento al orden justo, y un orden justo sostiene y facilita la vida moral de las personas.


    Para eso el Papa Pío XI instituyó la fiesta de Cristo Rey: para recordar a los cristianos que Cristo tiene derecho a reinar no solo en nuestras almas, sino también en nuestras ciudades, en nuestras leyes, en nuestras instituciones y en nuestra cultura. Su señorío es principio de orden moral para el mundo y condición de una paz verdadera. La Iglesia debe proclamar hoy con claridad, sin tibieza, la misma convicción que impulsó a Pío XI hace cien años: el mundo será plenamente humano solo cuando deje que Cristo sea su Rey.


    Jesús, Rey nuestro, ordena nuestro corazón y ordena también nuestro mundo para que en ambos brille la paz que nace de tu verdad. Amén.

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