lunes, 3 de noviembre de 2025

BONDAD, IGNORANCIA Y DEBILIDAD


    “Así como vosotros, en otro tiempo, desobedecisteis a Dios, pero ahora habéis obtenido misericordia por la desobediencia de ellos, así también estos han desobedecido ahora con ocasión de la misericordia que se os ha otorgado a vosotros, para que también ellos alcancen ahora misericordia. Pues Dios nos encerró a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos. ¡Qué abismo de riqueza, de sabiduría y de conocimiento el de Dios!” (Rm. 11,30-33).


    El Señor tiene misericordia de nosotros, ante todo, por la infinita Bondad de su Corazón. La misericordia no nace de nuestra dignidad, sino de su Amor. Dios no se cansa de amar, porque su Bondad es eterna, y esa Bondad se inclina sobre nuestra miseria. Todo en Él es ternura y perdón. Aun cuando el hombre se encierra en la desobediencia, Dios responde con la misericordia; cuando el pecado multiplica el extravío, su Bondad multiplica la búsqueda. Esa Bondad infinita es la fuente y el primer motivo de su compasión: el Amor que perdona porque no puede dejar de amar.


    El segundo motivo de la misericordia es nuestra ignorancia. Jesús mismo la invocó en la cruz cuando dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc. 23,34). Ignorar el bien, no conocer el rostro del Amor, es lo que nos lleva a alejarnos de Dios. Si supiéramos qué grande es la Bondad de Dios, no podríamos apartarnos de Él ni por un instante. Pero el corazón humano vive muchas veces en tinieblas, sin reconocer la Luz que lo envuelve. Y Dios, viendo nuestra ceguera, no responde con ira, sino con ternura; no destruye, sino que espera, porque su misericordia es paciente y su Amor, incansable.


    El tercer motivo es nuestra debilidad. “Se acuerda de que somos polvo” (Sal. 103,14). Dios sabe que somos barro frágil, y se compadece de nuestra condición quebradiza. Nos mira con ternura cuando caemos, nos levanta cuando nos hundimos, y nos rehace con su gracia. Su misericordia no solo perdona, sino que reconstruye. En esa compasión divina hacia nuestra debilidad se revela el poder del Amor que transforma la ruina en templo del Espíritu Santo, la herida en fuente luminosa, la miseria en lugar de encuentro con Él.


    En el texto de san Pablo, que leemos en la misa de hoy, resuena este triple misterio: “Nos encerró a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos.” En la raíz de esa desobediencia están nuestra ignorancia y nuestra fragilidad, pero en la raíz de la misericordia está su Bondad infinita. Por eso, cuanto más experimentamos nuestra debilidad y nuestro extravío, más se manifiesta la fuerza del Amor que nos busca. La desobediencia humana se convierte así en ocasión para que brille con más intensidad la misericordia divina, y todo termina en alabanza: “¡Qué abismo de riqueza, de sabiduría y de conocimiento el de Dios!”


    Señor Jesús, que tu Bondad nos sostenga, que tu Luz disipe nuestra ignorancia y que tu fuerza venza nuestra debilidad. Ten piedad de nosotros y haz que vivamos siempre bajo la misericordia de tu Amor. Amén.



No hay comentarios:

Publicar un comentario