martes, 15 de abril de 2025

HUMILDAD DE CONOCERSE


    Pedro replicó: ‘Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti’. Jesús le contestó: ‘¿Conque darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces’” (Jn. 13,37-38).


    Pedro no mentía. Su corazón quería seguir a Jesús hasta el final. Y, sin embargo, no sabía lo débil que era. Se creía capaz de todo por Él, y poco después lo negaría tres veces por miedo y con vergüenza. En su respuesta, Jesús no lo reprende con dureza. Le muestra, con claridad y ternura, la verdad que él todavía no conoce: la verdad de su fragilidad. También a nosotros, cuando nos sentimos fuertes, cuando decimos “yo nunca te negaré”, el Señor nos mira con amor, pero nos prepara para descubrir lo que somos en realidad: poca cosa.


    Necesitamos vivir con sano realismo. A veces estamos en la cima del fervor, y creemos que nos encantaría dar la vida por Cristo. Y al día siguiente, una simple prueba, una pequeña contradicción, una sequedad interior, hace que nos sintamos hundidos. No calibramos nuestras fuerzas. No sabemos lo poco que podemos cuando estamos solos. Creemos que ya hemos llegado, y apenas estamos comenzando el camino. Por eso la humildad es esencial. No se trata de despreciarse, sino de conocerse: saber que somos barro, que somos pequeños, que fácilmente tropezamos. Y que, si no caemos más a menudo, es porque el Señor nos sostiene. Todo es gracia. Todo es misericordia. Todo es don.


    Jesús, manso y humilde de corazón, enséñame a conocerme con verdad. A no creerme fuerte cuando en realidad soy débil. A no apoyarme nunca en mis fuerzas, sino en ti. Cuando me sienta en la cima, recuérdame que puedo caer. Cuando me vea en el fondo, recuérdame que Tú no dejas de mirarme con amor. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario