martes, 8 de abril de 2025

ANCHURA Y LUZ



    Estamos viviendo la Semana de Pasión. Es la semana que precede a la Semana Santa. La Iglesia nos invita con fuerza a convertirnos. No se trata solo de preparar las celebraciones litúrgicas, sino de volver el corazón a Dios. Por eso esta semana es especialmente propicia para examinar nuestra vida interior, revisar nuestra oración y dejar que Dios nos haga avanzar hacia una relación más profunda con Él.


    Santa Teresa, en sus Moradas, nos ofrece criterios preciosos para discernir si nuestra oración va por buen camino, y también nos advierte de ciertos peligros que pueden desviarnos. En las Cuartas Moradas —etapa en la que el alma comienza a recibir gracias más profundas—, ella señala dos señales que indican autenticidad: el ensanchamiento del alma y la luz interior. El alma ya no está encogida ni temerosa. Se siente más libre, más disponible, más generosa. Ha dejado de vivir en la estrechez de sus miedos, y comienza a respirar el aire puro de Dios.


    Y junto con esa libertad aparece una luz nueva, una claridad que viene de dentro y que es un don de Dios. Esta luz permite al alma conocer mejor a Dios, acercarse a Él con más verdad y más amor. Al mismo tiempo, le permite conocerse a sí misma, y este conocimiento propio —vivido a la luz de Dios— es la verdadera humildad. Por último, esa luz permite mirar al mundo con otros ojos. Y entonces el alma descubre lo que antes no veía: que el mundo, por sí mismo, es vano, vacío, y que su fascinación está desprovista de verdadero sentido. Esto le proporciona al alma una gran libertad interior.


    Esta etapa de crecimiento interior no está libre de peligro. En primer lugar, no debemos exponernos a las ocasiones de pecado. Ni siquiera la oración más fervorosa nos libra de caer si no evitamos lo que puede dañarnos. En segundo lugar, hay que evitar abandonar la oración después de haber recibido tantas gracias. Sería como despreciar el don. Y Dios no es una estación de paso, sino el destino final. También debemos desconfiar de todo lo que busca llamar la atención, especialmente de lo extraordinario. El verdadero crecimiento espiritual se acompaña siempre de humildad, sencillez y una vida ordinaria que mejora.


    Por todo esto esta semana es una ocasión preciosa para pedirle al Señor una conversión verdadera. Volvernos más humildes, más sobrios, más sencillos. No desear parecer santos, sino tratar de serlo. Dejar de lado el deseo de destacar. Y cuidar la oración con más esmero, como quien riega una planta que empieza a florecer y que no puede ser abandonada.

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