lunes, 2 de junio de 2025

LA ORACIÓN ES PERSEVERANCIA


    No basta con orar cuando se sienten ganas, cuando hay tiempo o cuando se necesita algo. La verdadera oración es la que se convierte en alimento cotidiano, en una cita fiel, en ese momento secreto que cada día reservamos para Dios. Un minuto para Él, sí, como dice el título de mi canal de Telegram. Pero un minuto real, vivo, presente… no un pensamiento fugaz ni un suspiro distraído, sino una presencia. Y si ese minuto se convierte en cinco, o en diez, o en media hora, mejor todavía. Lo importante es empezar por lo pequeño, y no faltar nunca a la cita.


    La oración cotidiana es como una fuente que parece poco caudalosa, pero que no se agota. Va empapando silenciosamente la tierra del alma, va penetrando en lo más duro y lo más seco, y acaba transformando todo. Al principio puede parecer que no pasa nada, que uno simplemente repite palabras o lucha contra las distracciones. Pero, a poco que perseveremos, empezamos a notar los frutos: más paz, más claridad interior, más fuerza para vivir bien. No somos nosotros los que producimos ese cambio. Es el Espíritu Santo quien obra en nosotros cuando le dejamos espacio.


    Por eso, más que proponernos rezar, hay que pedir la gracia de la oración, que es gracia de perseverancia. Que el Espíritu Santo nos impulse cada día a ese pequeño sí, a ese encuentro humilde y constante. Y que el ángel de la guarda —que también está para eso— nos anime y nos abra paso, quitando del camino todo lo que pueda distraernos o enfriarnos. Porque cada vez que oramos con fidelidad, aunque sea un minuto, estamos dejando que Dios nos toque el corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario