jueves, 13 de noviembre de 2025

MARAVILLAS AQUÍ Y AHORA


    “Los fariseos preguntaron a Jesús: ‘¿Cuándo va a llegar el reino de Dios?’ Él les contestó: ‘El reino de Dios no viene aparatosamente, ni dirán: está aquí o está allí, porque, mirad, el reino de Dios está en medio de vosotros’. Dijo a sus discípulos: ‘Vendrán días en que desearéis ver un solo día del Hijo del hombre, y no lo veréis. Entonces se os dirá: está aquí o está allí; no vayáis ni corráis detrás, pues como el fulgor del relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día’” (Lc. 17,20-24).


    A veces, como aquellos fariseos, los cristianos de nuestra generación quieren señales extraordinarias. Nos atrae lo que deslumbra, lo que promete atajos hacia lo divino, lo que parece garantizarnos una experiencia distinta, intensa, casi inmediata de Dios. Sin darnos cuenta, no buscamos al Señor: buscamos “algo” del Señor. Sin embargo, Jesús nos conduce siempre hacia el “ahora”. “El reino de Dios está en medio de vosotros”. Lo que vivimos no define lo que somos, pero sí es el lugar donde Dios quiere hacer crecer lo que Él ha sembrado silenciosamente en nuestro interior. No viene aparatosamente, porque Dios no se esconde en lo espectacular, sino en lo que pasa casi desapercibido: la Palabra escuchada con humildad, la Eucaristía recibida y adorada con fe, el amor concreto ofrecido al prójimo…


    Vivimos tiempos en los que muchos corren de un lugar a otro movidos por la curiosidad espiritual. Quieren experiencias nuevas, revelaciones recientes, objetos santos, fenómenos extraordinarios… como si la salvación dependiera de lo que nuestros ojos ven o de lo que nuestras manos tocan. Pero Dios no está en esos atajos: está en lo sencillo. Nos sucede como a Naamán, el general sirio (2 Re. 5,1-14), que esperaba un rito complicado para curarse de la lepra, y se indignó al oír que el profeta Eliseo le prescribía algo tan simple como bañarse siete veces en el Jordán. También nosotros, cuando se nos recuerda que la gracia llega por caminos humildes —el Evangelio acogido con fe, los sacramentos vividos con hondura, el perdón ofrecido generosamente— podemos pensar que eso es demasiado poco. Y, sin embargo, ahí está todo: en lo inmediato, en lo cercano, en el presente.


    La contemplación no brota de la dispersión, sino del contacto real con la vida. Crece cuando dejamos de perseguir fuegos fatuos y luces lejanas, y permitimos que la semilla de la Palabra arraigue en la tierra que somos. El Señor no necesita escenarios especiales para visitarnos; necesita solamente un corazón lleno de fe, atento al momento. “En medio de vosotros” quiere decir aquí, ahora, en lo que estás viviendo hoy. Es ahí donde su Reino florece y donde Él prepara y afina nuestra mirada para el día de su venida gloriosa.


    Señor Jesús, enséñanos a encontrarte en lo sencillo y a vivir abiertos al misterio de tu presencia. Líbranos de la curiosidad que dispersa y danos la fidelidad del que escucha tu Palabra, del que te recibe en la Eucaristía, del que ama en lo concreto. Que tu Reino crezca en nuestro aquí y en nuestro ahora. Amén.

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