viernes, 16 de mayo de 2025

UN LUGAR JUNTO A ÉL


    “No se turbe vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros” (Jn. 14,1-3).


    Jesús pronuncia estas palabras en la Última Cena, cuando la tristeza y la turbación se han apoderado del corazón de los discípulos. Saben que algo grave está a punto de suceder, pero no comprenden del todo qué. Él, con infinita ternura, les habla de la fe como el mejor remedio contra la inquietud. No se trata de una fe cualquiera, sino de una fe sólida, que se apoya en la confianza plena en el Padre y en su Hijo. La fe en el amor eterno de Dios da serenidad al alma, incluso en medio del desasosiego. Jesús no nos promete que no habrá tormentas, pero sí nos garantiza una paz más honda que todas las tempestades. Su Palabra es ancla firme para el corazón turbado.


    Y después, con dulzura inmensa, nos revela que nos está preparando un lugar, tampoco un lugar cualquiera, sino uno junto a Él, en la intimidad de la casa del Padre. ¡Qué hondura y qué belleza! Así como en los relatos evangélicos Jesús enviaba a sus discípulos por delante para que le encontraran alojamiento, ahora Él se convierte en nuestro aposentador. Santa Teresa de Jesús, que tanto meditó sobre estas moradas interiores, sabía muy bien que esa promesa es real. En el corazón de Dios hay espacio para todos: un espacio de amor preparado con cuidado y paciencia. Él volverá. Volverá a buscarnos. Esta certeza cambia toda la vida, ¿verdad?


    Jesús, Tú que me conoces mejor que nadie, incluso mejor que yo mismo, no permitas que se turbe mi corazón. Dame esa fe sencilla y firme que se abandona en ti. Prepara mi alma, Señor, como Tú preparas mi lugar en el Cielo. Y cuando llegue la hora, ven a buscarme. Quiero estar contigo para siempre. Amén.

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