sábado, 24 de mayo de 2025

ORACIÓN DE RECOGIMIENTO


    Dios habita en el alma humana. No en el ruido, no en la dispersión y la prisa, sino en la hondura secreta de nuestro ser. Santa Teresa de Jesús, su gran maestra, nos recuerda con fuerza esta verdad: no es necesario subir al cielo, ni volar con la imaginación, para encontrar a Dios, basta con recogerse en el interior, porque allí está Él, esperando. Una inmensa galaxia no es capaz de contenerlo, pero nuestro corazón sí. Porque ha sido creado por Él y para Él. Y si se complace en habitar en nosotros, ¿quién somos nosotros para despreciar esa dignidad?


    La oración de recogimiento es una de las vías más seguras para llegar a ese centro. No se trata de métodos complicados, ni de largos razonamientos. Se trata de cerrar las ventanas de los sentidos, de aquietar la memoria, de apagar la imaginación si es posible, y de centrar el deseo en una sola cosa: estar con Él. La voluntad se orienta a agradarle, a buscar su voluntad. Y el alma, con todo lo que es, se presenta ante su Creador como casa abierta y silenciosa.


    Pero esta oración no es huida del mundo, sino regreso a la verdad. Porque en ese recogimiento descubrimos quiénes somos realmente: imagen de Dios, morada suya, belleza creada por sus manos. Ninguno de nosotros debería despreciarse jamás. Somos preciosos a sus ojos. Él mismo se ha admirado de su obra. Si yo me viera como Él me ve, viviría de otro modo.


    De ese encuentro brotan humildad, paz, y una caridad más pura. Porque el que sabe que Dios habita en él, empieza también a ver a los demás como templos sagrados. La oración de recogimiento transforma la mirada, unifica el corazón, y nos prepara para vivir en medio del mundo con un alma centrada en Dios.


    Señor Jesús, llévame al centro de mí mismo, donde Tú me esperas. Enséñame a cerrar las ventanas, a silenciar lo que me dispersa, a recogerte en mi alma como huésped amado. Hazme descubrir mi hermosura a tus ojos, y que en ese conocimiento nazca una oración verdadera. Amén.

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