jueves, 15 de mayo de 2025

CAMINANDO TRAS SUS HUELLAS


    Cuando Jesús terminó de lavar los pies a sus discípulos les dijo: ‘En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica’” (Jn. 13, 12. 16-17).


    El Evangelio nos recibe a nuestro regreso como una voz suave pero firme, que nos recuerda que la peregrinación no ha terminado. Hemos caminado por pueblos y ciudades santificados por la vida de algunos hermanos nuestros, tocado interiormente los lugares donde los santos ofrecieron su vida, pero ahora comienza otra etapa: la vuelta al hogar, a la cotidiana rutina, al camino oculto donde también se hace presente el Señor. En este nueva etapa, la Palabra que nos acompaña es clara: si hemos visto a Cristo lavando los pies de sus discípulos, si lo hemos sentido inclinarse con mansedumbre, hemos de hacer lo mismo. El que sirve a otros por amor, el que se olvida de sí para elevar al hermano, está caminando con Él.


    Los santos no hicieron otra cosa. San Francisco no solo besó las llagas de los leprosos: las hizo suyas. San Pío no se cansó de esperar penitentes, incluso entre dolores y humillaciones. Santa Catalina no se encerró en su éxtasis, sino que se arrodilló ante los pobres, los enfermos y los pecadores. En todos ellos brilló esa bienaventuranza de la que habla Jesús: “dichosos vosotros si lo ponéis en práctica”. Porque servir es amar en lo concreto, y amar así es estar unido al Señor crucificado. Volver del viaje es, en realidad, avanzar. La peregrinación más verdadera es la que nunca se detiene, aquella que se recorre en la entrega diaria, en la aceptación del propio sufrimiento, en el deseo de acompañar a Cristo en su Pasión y en su Gloria.


    Señor Jesús, danos la gracia de no olvidar lo que hemos visto ni lo que hemos experimentado. Que no quede todo solo en el recuerdo almacenado en nuestros móviles, en las emociones vividas, en los buenos momentos compartidos con los compañeros, sino que se transforme en servicio generoso, en amor concreto, en olvido de nosotros mismos por ti. Haznos dichosos en la humildad, en la caridad, en la fidelidad de cada día. Y que tu Madre bendita, “Causa de nuestra alegría”guarde siempre nuestros pasos. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario