Hoy es la fiesta de los santos hermanos Cirilo y Metodio, copatronos de Europa y apóstoles de los pueblos eslavos. Sin embargo, para la mayoría de la gente, incluidos muchos cristianos, es el día de San Valentín, patrono de los enamorados y una excusa para hacer y recibir regalos, que en muchos casos resultan ridículos o de mal gusto.
Señor Jesús, en este día en que el mundo celebra, rodeado de mentiras y falsos intereses, el amor romántico, te pido que me ayudes a recordar y vivir el verdadero amor: aquel que Tú nos enseñaste con tu vida y tu sacrificio en la Cruz.
El amor romántico, aunque pueda ser hermoso, es inevitablemente pasajero y frecuentemente se centra en los sentidos y los sentimientos. Pero el amor cristiano, el amor que viene de ti, es eterno, desinteresado y transformador.
Como nos dice el Evangelio de San Juan, Tú “nos amaste hasta el extremo”, entregando tu vida por nosotros en reparación por nuestros pecados.
No fue un amor apoyado en simples emociones, sino en la voluntad de hacer el bien, de servir, de perdonar y de dar la vida por todos.
Enséñame, te lo suplico, buen Jesús, a amar como Tú amas: a amar a mis enemigos, a perdonar a quienes me hieren, a servir sin esperar nada a cambio y a buscar siempre el bien y la salvación de los demás, incluso cuando no sea fácil o cómodo.
Que mi amor no se limite a palabras o sentimientos, sino que se traduzca en acciones concretas, en gestos de bondad, en paciencia, en entrega generosa y en comprensión.
Ayúdame a recordar que el amor cristiano no puede agotarse en una relación de pareja, sino que se extiende a todos los que nos rodean: familia, amigos, vecinos, y especialmente a los más necesitados.
En este día te pido que bendigas a todos los novios cristianos, pero también que nos recuerdes que el amor más grande es el que Tú nos has mostrado: un amor que da, que perdona, que espera y que nunca falla.
Que mi corazón se llene de ese amor, para que, amando como Tú amas, sea un reflejo de tu presencia en el mundo. Así sea.
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