domingo, 3 de julio de 2022

Espiritualidad del caminante

            La reciente peregrinación que he tenido la suerte de poder realizar a Tierra Santa el pasado mes de junio, organizada por una parroquia de la diócesis de Getafe, y en compañía de excelentes compañeros, sacerdotes y laicos, ha sido una bellísima y profunda experiencia espiritual sobre la que merece la pena profundizar.

             Peregrinar es una obra penitencial; el peregrino pone a prueba su resistencia, caminando de un lugar a otro, soportando calores y frío en ocasiones, falta de sueño, sed, imprevistos… abandonado en las manos de la Providencia y en manos de sus hermanos.

             Peregrinar es también una forma de orar (alguien ha hablado de "rezar con los pies"), pero sobre todo de expresar simbólicamente lo que tiene que ser nuestra vida: una marcha esforzada y continua hacia Dios, donde cada instante y cada lugar encierran algo "santo", una sorpresa inesperada. Donde el fruto no es siempre el que uno pensaba obtener, porque es Dios quien toma la dirección, y sus caminos “no son nuestros caminos”. No olvidemos que ahora, en todas partes y en todo momento, está tendida la "escala de Jacob" (Gen. 18, 12-19), ésa que mantenía en abierta comunicación al cielo con la tierra. 

             Peregrinar es realizar una marcha donde se distinguen etapas y donde se efectúan visitas. O mejor dicho, se reciben visitas del Señor, que no cesa de salir a nuestro encuentro para salvarnos de los enemigos, para ser nuestro descanso en la fatiga (Mt. 11,28), para alimentarnos con un pan del cielo (Jn.6, 32-35), y darnos a beber un agua viva que apaga definitivamente la sed (Jn.4, 13-14).

             Así es exactamente una peregrinación a los Santos Lugares.


             Pero no basta caminar, porque los caminos pueden estar bien o mal orientados. Les pongo algunos ejemplos de caminos mal orientados que tendríamos que examinar si seguimos:

             -el camino de DAMASCO (Hch. 9,1-2), que es el camino que recorrió Saulo de Tarso (antes de ser san Pablo), en busca de cristianos a quienes llevar prisioneros a Jerusalén. Es un camino de agresividad, de violencia, de persecución. Exactamente el que algunos siguen por medio de la crítica despiadada, de la murmuración, del rencor alimentado...

             -el camino de NAIM (Lc. 7,11-13), que es el de aquella viuda que llevaba a enterrar a su hijo único. Es camino de dolor inconsolable, de sufrimiento intenso, de depresión, de soledad (a pesar de ir acompañada por todo el pueblo, ¿qué mayor soledad que haber perdido a quienes más quería: esposo e hijo?). Camino que también seguimos a veces, sin hacer gran cosa por salir de él, no ahondando en la esperanza que llena nuestra vida: la fe en Jesús resucitado.

             -el camino de EMAÚS (Lc.24,13-25), que es el de aquellos discípulos que regresaban decepcionados a sus casas tras la muerte del Señor. Es el camino de la desilusión, de la pérdida de ganas y empuje, que siguen quienes se figuran que las cosas tenían que ir de otra manera: a su gusto. El camino de los que se cansan fácilmente, de los que no perseveran asustados ante la más mínima dificultad.

             -el camino de JERICÓ (Lc.18,35-42), que es el de aquel ciego que pedía limosna sentado. El camino de los que comienzan a no ver nada claro; de los que dudan incluso sobre cuestiones fundamentales; de quienes viven sin luz. El camino de quienes se sientan en su orilla negándose a avanzar, porque para ello querrían unas seguridades que no pueden tener...

             Peregrinar no es caminar sin rumbo, ni abandonar sin más la ruta equivocada, sino rectificarla. Ser capaces de reorientarnos cuando sea necesario volviendo nuestros pasos hacia JERUSALÉN, que es "ciudad de paz", ciudad del consuelo y la bendición de Dios, y cuna de la Iglesia de Jesús.

             Peregrinar, por último, es emprender el camino de AIN-KAREN, es decir, el camino de la Visitación de María, cuando fue a un pueblo de la montaña de Judá a visitar a su pariente Isabel (Lc. 1,39-45).

             Es un camino difícil y esforzado (todos los caminos que suben a la montaña lo son y este no es una excepción, como tuvimos ocasión de comprobarlo in situ mis compañeros y yo), pero vale la pena emprenderlo, porque es camino:

             -de FE: "dichosa tú que has creído..."

             -de ALABANZA: "proclama mi alma la grandeza del Señor..."    

             -de SERVICIO: "permaneció en casa de Isabel unos tres meses..."

             -de HUMILDAD: "se ha fijado en la humildad de su esclava..."


             ¡Ojalá que todos, por la misericordia de Dios, seamos capaces de entrar por él!

4 comentarios:

  1. En este mundo loco donde nos ha tocado vivir, no me dejes de tu mano, Señor. Cuando estoy cansado y las fuerzas me faltan. Cuando mi debilidad no me deja avanzar. Cuando sufro en el cuerpo y también en el alma, al ver a tantos que no te aman. Cuando siento el desprecio y el abandono de los que pensaba que eran amigos. Cuando me agobio porque me cuesta llegar a fin de mes… ¿adónde iré si no a Ti, mi buen Jesús? Tú que eres el Camino, concédeme la gracia del Espíritu Santo, para ver con claridad y reconocerte en el prójimo, para que en mi peregrinación siembre amor, alegría y paz, allí por donde pase, porque Tú, Jesús, vas conmigo.

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  2. Don Manuel
    Es un honor escucharle en su programa de Radio María
    Llevaba tiempo haciéndolo cuando su apellido me trasladó de repente al Instituto San Isidoro donde fuimos compañeros llenándome de sorpresa y satisfacción
    Reciba un fuerte abrazo en el Señor!!

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  3. Tu entrada es de hace casi 10 meses, pero he tenido el blog sin actualizar por causa de una prolongada situación dolorosa ya felizmente superada. Deseo reanudarlo con nuevas entradas ya. Si tú eres el Narciso que yo recuerdo, compañero del bachillerato de letras en el San Isidoro 1970-1973, un FORTÍSIMO Y CARIÑOSO ABRAZO. ¿Qué es de tu vida? ¿Cómo puedo localizarte? Me encantaría volver a verte y charlar, no solo de los viejos tiempos sino de los nuevos, y ponernos al día.

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