Los últimos días de un año civil y el comienzo de otro, en pleno tiempo litúrgico de Navidad, son ocasión de recapitulación y balance.
Tal vez han sido muchos los propósitos que nuestra buena voluntad ha ido desgranando durante los meses transcurridos. Seguramente han sido también muchos los fracasos y desilusiones que han empañado la realización de estos propósitos.
A veces, como nos previene Jesús en el Evangelio (Lc.14,28-30), nos parecemos a aquel que queriendo construir una torre no se sentó primero a calcular los gastos; así, a poco de poner los cimientos, tuvo que interrumpir la obra siendo objeto de la burla general.
Nuestros deseos no pasan, con frecuencia, de ser sueños. Y todo porque no somos realistas a la hora de calibrar nuestros haberes y capacidades. O porque no atinamos a orientar bien nuestros pasos por el camino adecuado.
El “mirar hacia Belén” nos va a proporcionar una forma exquisita de afrontar esta tarea, y de poner algo de la luz y de la paz del mensaje angélico de la Nochebuena en el gris agitado de nuestra existencia.
La mirada hacia Belén nos ofrece una nueva y sorprendente perspectiva: es un camino divino, pues lo tomó para sí Jesús, el Hijo de Dios. Pero es también un camino de debilidad, cercanía y confianza.
Quizás alguno de nosotros no tenga fuerzas, en ciertos momentos, para coger a pulso el madero de la Cruz; pero seguramente si le será dado el abrazarse al madero del pesebre.
Quizás a otros muchos les asusten las espinas de la corona; pero siempre podrán hundir sus manos en las pajas de esa humilde cuna.
Quizás la pendiente del Calvario sea para todos demasiado ardua; pero la subida a Belén, esa ¡hasta los pastores pudieron realizarla con rapidez!
La cuestión es acercarse, como sea, al único misterio del Dios hecho carne. Y el Corazón de Cristo nos puede ser revelado tanto por el camino abierto en el costado por la lanza, como por el cuerpecito del Niño envuelto en pañales por María.
Además el camino de Belén tiene algunas ventajas suplementarias:
- a los que vacilan siempre se les ofrece la posibilidad de preguntar, con humildad, a los sabios y entendidos, cuyos consejos y orientaciones les llenarán de seguridad.
- a los que se pierden siempre se les muestra una estrella luminosa para volver a encaminar sus pasos en la dirección adecuada.
- a los engañados siempre se les aparece un ángel compasivo para sacarlos de su error.
¡Y si creen que exagero, pregúntenle a los Magos...!
Pero eso no es todo. Por si fuera poco hay dos argumentos definitivos que nos pueden convencer a mirar con más empeño y atención hacia Belén. Son estos:
- el camino del portal conduce siempre a descubrir al Niño con su Madre, al Rey en su Trono, al Señor con su "humilde sierva". Y ese descubrimiento, el de María, íntimamente unida al misterio redentor de Jesús, llena el alma de gozo.
- nunca uno se vuelve de Belén a casa por el mismo camino después de haber adorado y ofrecido dones. Como a los Magos se nos muestra uno nuevo, inusual. Un camino que se aparta de la violencia y de la mentira de Herodes. Un camino de conversión.
Sevilla, 1 de enero de 2020