miércoles, 28 de mayo de 2025

LA ORACIÓN ES REVELACIÓN


    “Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará” (Jn. 16,12-14).


    En la oración, Jesús nos habla. Pero no lo hace ya como en otro tiempo, con palabras audibles y gestos visibles. Ahora nos habla con la voz silenciosa del Espíritu, que viene de lo alto y habita en lo profundo. La oración es revelación, porque es lugar de encuentro entre el Verbo y el corazón humano, en la intimidad que solo el Espíritu Santo puede suscitar. Él nos guía hacia la verdad plena. No una verdad abstracta, sino esa que transforma la vida: quién es el Padre, quién es Jesús, quién soy yo para Él.


    Jesús no solo nos revela cosas de su Padre, sino que nos revela también su propio Corazón. Nos comunica lo que está por venir, es decir, el camino de nuestra vida si se deja conducir por el amor. En la oración verdadera hay palabras que no son nuestras: vienen de Él. Hay mociones que no son nuestras: son susurros suyos. Hay luz que no hemos producido: ha brotado en el alma porque el Espíritu ha descendido sobre nosotros y ha comenzado a enseñarnos desde dentro.


    Pero este don de la revelación exige acogida. Y ahí muchas veces fallamos. No hemos abierto suficientemente el corazón a lo que el Espíritu quería decirnos. Nos resistimos, o simplemente no escuchamos. Tampoco hemos dejado que ese amor que Él derramaba en nosotros se derramara a su vez hacia los demás. El amor que recibimos es también revelación, pero solo lo es plenamente cuando se convierte en comunicación, en entrega, en fecundidad. Por eso damos gracias por tanto recibido, y también pedimos perdón por no haber sabido compartirlo.


    Jesús, Verbo eterno del Padre, que nos hablas por medio del Espíritu Santo, enséñame a escuchar con el corazón y a responder con la vida. Amén.

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