Con alegría hemos acogido al nuevo sucesor de Pedro, el papa León XIV. La Iglesia esperaba —y necesitaba— un guía que la ayudara a caminar por los difíciles y peligrosos caminos del mundo actual. Pero el Papa no orienta según sus propios criterios, sino que ha de atenerse a la luz de Dios que nos proporciona la Sagrada Escritura. Hoy, en el pasaje de los Hechos de los Apóstoles, escuchamos estas palabras dirigidas a Ananías, un cristiano de Damasco a cuya casa se dirigirá Saulo: “Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a pueblos y reyes, y a los hijos de Israel. Yo le mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre” (Hch. 9,15-16).
También el Papa es un instrumento elegido. No se elige a sí mismo, ni lo elige el mundo. Es elección de Dios, para llevar el nombre de Jesús a todos: a las naciones, a los poderosos de la tierra, y también —sí, también— al pueblo de la Antigua Alianza, al que Dios nunca ha dejado de amar. Porque también los hijos de Israel están llamados a abrazar la fe en Jesús como Mesías y Salvador del mundo. El ministerio del Papa no tiene fronteras. Es misionero, es universal, es católico en el sentido más literal y profundo de la palabra: abarca a todos los hombres.
Pero esta misión no se cumple sin cruz. La Palabra lo dice claramente: “le mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre”. No se trata de un sufrimiento estéril, sino fecundo. El verdadero Papa es alguien que siembra en lágrimas para recoger en gozo, que testimonia con su sangre —aunque no sea mártir de forma cruenta— el amor por Cristo y por su Iglesia. Debe configurarse con Cristo sufriente, paciente, humillado. No deberá buscar la gloria del mundo, sino la de Dios. Como Jesús, será incomprendido, juzgado, rechazado. Pero con Jesús será instrumento de salvación. Porque llevará en su carne y en su alma el peso de todos.
¡Bienvenido y gracias, Santo Padre!
Señor Jesús, buen Pastor, te damos gracias porque has mirado con amor a tu Iglesia y le has regalado un nuevo sucesor de Pedro. Gracias por el Papa León XIV, instrumento elegido por ti para guiar a tu pueblo en estos tiempos difíciles. Sosténlo con la fuerza de tu Espíritu, ilumina su mente con tu sabiduría, fortalece su corazón en la prueba, y haz de él un signo vivo de tu amor fiel y misericordioso. Que, unido a ti, sea luz para las naciones, consuelo para los pobres y profeta de esperanza para este mundo herido. Amén.
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