miércoles, 12 de febrero de 2025

OBEDIENCIA Y LIBERTAD

“El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín de Edén, para que lo guardara y lo cultivara. El Señor Dios dio este mandato al hombre: Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y el mal no comerás, porque el día en que comas de él, tendrás que morir” (Gen. 2, 15-17).


    Dios coloca al hombre en el jardín de Edén, confiándole una misión: guardarlo y cultivarlo. Esto nos recuerda que la creación no nos pertenece, sino que somos sus administradores. La responsabilidad que Dios entrega al hombre no solo abarca el cuidado de la naturaleza, sino también el respeto por los límites que Él establece, límites que no nos privan, sino que nos protegen.

    El mandato de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal es una llamada a vivir desde la confianza en Dios. La verdadera libertad no consiste en romper límites arbitrarios, sino en caminar en armonía con la voluntad de Dios, que siempre busca nuestro bien. El árbol del conocimiento del bien y del mal representa la tentación de asumir un poder absoluto: decidir por nosotros mismos qué está bien y qué está mal, ignorando a Dios. Es la trampa de la autosuficiencia.


    Adán y Eva cayeron porque dudaron de la bondad de Dios, buscando ser como Él. Esa misma tentación sigue presente en nosotros hoy: ¿realmente confiamos en Dios, especialmente cuando no entendemos sus planes? ¿O preferimos tomar el control, dejando de lado su sabiduría y su amor?

    El pecado, que es siempre una ruptura con Dios, trae consigo una consecuencia inevitable: la separación de la fuente de la vida, que conduce a la muerte espiritual. Sin embargo, incluso ante nuestra debilidad, Dios nunca deja de llamarnos de nuevo hacia Él, ofreciéndonos su infinita misericordia. 


    Señor, enséñame a confiar en ti y a vivir en la libertad verdadera que nace de tu amor. Ayúdame a reconocer que todo lo que Tú me pides es para mi bien, incluso cuando no logro comprenderlo. Que nunca me deje llevar por la tentación de la autosuficiencia, sino que cada día camine más cerca de ti, aceptando con humildad tu voluntad. Así sea.



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