viernes, 21 de febrero de 2025

TOMAR LA CRUZ

                                

                                               

    “Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el evangelio la salvará. Pues ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?” (Mc. 8, 34-36).


    Jesús nos habla con gran claridad: quien quiera seguirlo, quien desee ser su discípulo, debe tomar su cruz. Y la cruz no es un símbolo romántico o de un ideal utópico. Es la dureza de la vida misma, con sus pruebas, sus contradicciones, su sufrimiento y su dolor.

    Así, por ejemplo, la cruz es la enfermedad que nos sobreviene sin avisar, la incomprensión de quienes nos rodean, la fatiga de los días difíciles e interminables, la angustia de los problemas que parecen no tener solución. Es también el peso de las injusticias, las heridas recibidas, la soledad que a veces nos envuelve.


    Jesús no quiere que huyamos asustados de la cruz ni que la  evitemos con estrategias humanas. Nos llama a abrazarla, a tomarla junto con Él y a seguirlo. No se trata de buscar el sufrimiento por sí mismo, sino de asumir con valentía la realidad de la vida y hacer de ella un camino hacia Dios.

    Por otra parte, perder la vida significa entregarla sin miedo, sin reservarnos nada. Es dejar de vivir solo para nuestro propio bienestar, nuestras seguridades o nuestros intereses. Es amar sin cálculos, servir sin esperar recompensas, darnos hasta el final sin temor.

    Aquel que vive aferrado a su vida, intentando salvarla con sus propias fuerzas, se perderá. Porque el verdadero sentido de nuestra existencia radica en darnos generosamente. Solo quien se da, quien se olvida de sí mismo, y vive para Dios y para los demás, encuentra la plenitud.


Señor Jesús, enséñame a tomar mi cruz sin miedo, 

a perder mi vida por amor a ti, 

y a no aferrarme a lo que pasa.

Que mi único deseo sea seguirte

y encontrar en ti la verdadera vida. Amén.




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