“La gente fue a ver qué había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Y se asustaron” (Mc. 5, 14-15).
Todo en este episodio evangélico es sorprendente y paradójico. Pero debemos quedarnos con lo fundamental: Jesús atraviesa el mar, aparentemente con la única finalidad de encontrar y salvar a un hombre poseído, ya que no hace otra cosa en aquella región de los gerasenos.
Es un hombre atormentado, solitario, marginado, incapaz de controlarse a sí mismo. Pero una sola palabra de Jesús lo libera y lo restaura en su condición humana. Nos muestra así su poder frente al mal, su misericordia y su compasión por los que sufren.
Pero la gente, en vez de alegrarse por aquel cambio, siente miedo y le pide a Jesús que se marche. Eso sí, lo hacen por favor, muy educadamente, para que no se enfadara y les hiciera daño. Prefieren su seguridad y sus rutinas, que nada cambie, antes que la novedad radical que Él trae.
La presencia de Jesús en nuestras vidas también puede transformarnos, aunque a veces nos cuesta aceptar sus caminos porque son muy diferentes a los nuestros. Entonces nos resistimos a su acción, frustramos lo que Él sueña para nosotros y nos conformamos con lo que somos y tenemos, prefiriendo la miseria a la plenitud que podríamos alcanzar.
Señor Jesús, Tú que cruzaste el mar para llegar hasta el hombre poseído y liberarlo, ven también a mi vida. Atraviesa mis miedos, mis heridas y todo aquello que me encadena. Solo Tú puedes devolverme la paz, solo Tú puedes restaurar lo que en mí está roto.
Tu misericordia me atrae y me asusta a la vez, porque sé que, por perdido que esté, siempre me buscarás, y aunque todos me abandonen, Tú nunca lo harás.
¡Oh Señor!, dame la gracia de no temer tu acción en mi vida. Si a veces tengo miedo de los cambios que me pides, dame confianza. Si alguna vez he preferido mi comodidad y rutinas antes que seguirte, dame valentía. Y si me concedes experimentar tu amor y tu poder, hazme también testigo de tu bondad con mi vida entera. Amén.
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