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martes, 3 de junio de 2025

ORAR ANTE UNA IMAGEN


    Imagínate así, como en la imagen de ayer o una parecida: de rodillas, en silencio, con las manos juntas y los ojos cerrados. No como quien está huyendo del mundo, sino como quien está volviendo a casa. Estás orando. Y no estás solo.


    Detrás de ti hay un ángel. Su mano descansa suavemente sobre tu hombro. Su rostro es sereno, sus rasgos dulces. No dice nada con palabras, pero su sola presencia lo dice todo. Dice: “estás siendo guardado”. Dice: “no estás solo”. Dice: “Dios está cerca”.


    Orar no es siempre decir cosas. A veces es imaginarse así. Detenerse ante una imagen que recoge tu alma y le da un marco, un espacio interior, un lugar donde estar ante Dios. Esta imagen no es un mero adorno: es un refugio, es una enseñanza, es una puerta. Y quien la contempla con el corazón abierto ya está orando. Porque el corazón, cuando se entrega a la luz, cuando se reconoce sostenido, ya está hablando con Dios aunque no diga nada.


    Contemplar esta escena en silencio puede ser hoy tu oración. Deja que ella te envuelva, que te enseñe, que te proteja. Imagina que eres ese niño o ese adolescente, que no tienes que hacer nada más que estar ahí, recogido y fiel. Y escucha con el alma lo que el ángel dice sin palabras: “persevera; no estás solo: Él está contigo; yo estoy contigo…”


    Espíritu Santo, enséñame a orar también así: en silencio, en quietud, con una imagen. Que esta escena se imprima en mi interior y me acompañe en los días secos y en las horas cansadas. Que nunca olvide que estoy siendo guardado, que hay una mano sobre mi hombro, y que Tú estás siempre cerca.

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