Páginas

viernes, 2 de mayo de 2025

MODELADO POR LA LUZ


    “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?” (Sal. 27,1).


    “Levántate, tierra reseca regada con mi Sangre; vuelve a ser arcilla húmeda entre mis manos. Eres nueva Creación hecha para vivir mi Vida”.


    A veces no somos más que tierra reseca, sin forma, sin belleza, sin fuerza. Sentimos que hemos perdido el sentido, que ya no servimos para nada, que todo en nosotros está endurecido. Pero en medio de esa aridez, Cristo resucitado se acerca. No viene a juzgar ni a preguntar, sino a amar, a tocar, a modelar. De sus manos marcadas por el amor brota luz. No reproche, no distancia. Luz. Y esa luz nos alcanza justo donde estamos, en nuestra pobreza, en nuestra fragilidad.


    En su presencia, incluso el barro cobra vida. La figura que somos, apenas esbozada, comienza a adquirir forma bajo unas manos pacientes que saben esperar, moldear, cuidar. Son las manos del Creador, del que todo lo hace nuevo. Pero no trabaja solo: también hay otras manos que colaboran en esa creación, manos invisibles pero muy reales, manos que nos han amado, alimentado, sostenido, enseñado, corregido. Jesús trabaja con ellas. No estamos solos.


    Esa figura de barro somos nosotros: pequeños, vulnerables, y sin embargo queridos, iluminados, restaurados. No importa cuántas veces hayamos sido rotos, cuántas veces hayamos sentido que ya no hay nada que hacer, pensado que es demasiado tarde... Él sigue allí, de pie, con su costado abierto irradiando luz, diciendo sin palabras: “Tú eres mío. No estás terminado. Yo te haré nuevo”.


    Señor Jesús, tus manos son las manos del Padre, tu corazón es de luz. Acércate hoy a mi vida reseca y moldéame. Devuélveme la ternura y la calidez, dame un corazón como el tuyo, renuévame con tu luz, con tu sangre, con tu infinita paciencia. Así sea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario