“El que viene de lo alto está por encima de todos; el que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo da testimonio de lo que ha visto y oído, y nadie acepta su testimonio. El que ha aceptado su testimonio ha certificado que Dios es veraz” (Jn. 3, 31-33).
No siempre deseamos lo que más vale. Muchas veces, al mirar dentro de nosotros mismos, descubrimos que el corazón se inclina hacia lo que resulta más fácil, más placentero, más inmediato. Y no está mal reconocerlo. Ser sinceros ante Dios es ya un primer paso hacia la luz. La verdad nos hace libres, pero también nos confronta. Porque hay cosas que nos gustan más… y otras que valen infinitamente más.
Jesús no siempre es lo que más apetece. No siempre es el plan que más seduce. Pero es lo que más vale. Él es el que viene de lo alto y está por encima de todos. Y cada domingo, en la Eucaristía, se nos entrega como un tesoro escondido en lo cotidiano, oculto a los ojos del mundo, pero esperando ser descubierto por los corazones sencillos. En el silencio del sagrario, en la Palabra proclamada, en el Pan partido… Él está ahí, esperando ser elegido.
Solo el que ha recibido su testimonio y lo ha acogido en el alma, ha certificado que Dios es veraz. Y eso es más que una experiencia: es una decisión. Hay tiempo para muchas cosas, pero no hay plenitud sin Él. Preferir a Jesús no nace del gusto sensible, sino del amor. No siempre es deseo espontáneo, sino elección valiente. Quien lo ha encontrado, sabe lo que vale, y no quiere perderlo.
Jesús, a veces mi corazón busca mil cosas, se dispersa, se llena de deseos que se desvanecen pronto. Pero cuando vuelvo a ti, todo recobra su sentido. No siempre sé elegirte, no siempre me apetece buscarte, pero sé que solo Tú vales de verdad. Que mi alma te prefiera. Que mi vida te dé el primer lugar. Y que cada domingo encuentres mi respuesta fiel al amor con que me esperas. Amén.
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