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domingo, 20 de abril de 2025

ALEGRAOS


    De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: ‘Alegraos’. Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él. Jesús les dijo: ‘No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán’” (Mt. 28,9-10).


    Es Jesús quien toma la iniciativa. No espera ser buscado, no permanece distante ni silencioso. Sale a su encuentro, se hace presente, las sorprende en el camino con una palabra inesperada: “alegraos”. No es un saludo cualquiera; es una llamada al corazón, una invitación a dejar atrás la tristeza, la confusión, la oscuridad. A Jesús le importan aquellas mujeres, les dirige la palabra porque las ama, porque las valora, porque quiere que ellas sean las primeras testigos de la vida nueva. No son invisibles para Él, no son secundarias. Para Jesús, cada una de ellas tiene un lugar.


    Se acercan con libertad y amor. Se sienten llamadas, reconocidas, amadas. Su gesto es doble: le abrazan los pies, signo de ternura, de cercanía, de amor; y se postran ante Él, gesto de adoración, de fe profunda, de respeto ante lo que ya intuyen que es divino. El corazón humano puede experimentar al mismo tiempo la alegría y el temor: la alegría de haberlo encontrado vivo, el temor de no entender todavía lo que eso significa. Pero Jesús quiere excluir el miedo: “no temáis”. Su resurrección no impone, no exige, no asusta. Es luz, es consuelo, es confianza.


    Y entonces les confía una misión. No pueden quedarse en el abrazo ni en el asombro. Hay algo que comunicar, algo que anunciar. “Id a mis hermanos”. Jesús ya no los llama discípulos, sino hermanos. Quiere que regresen a Galilea, al lugar de los comienzos. Allí donde lo conocieron humano, cercano, sencillo, allí lo verán de nuevo, pero con ojos nuevos. Volver al origen para descubrir que todo ha sido transformado. Volver a los días sencillos de caminar con Él, pero ahora sabiendo que la muerte ha sido vencida. Esa es la tarea: recordar lo vivido, pero con el corazón abierto a lo eterno.


    Jesús resucitado, que sales a mi encuentro con tu palabra de alegría, aparta de mí todo temor. Llévame a tus pies para adorarte con ternura y fe, y hazme mensajero de tu resurrección. Amén.

P. D.  ¡Cristo ha resucitado! Que su Luz disipe nuestras tinieblas, que su Paz serene nuestras almas, que su Presencia viva nos llene de santa alegría. ¡Feliz Pascua de Resurrección a todos los seguidores del blog!

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